En un mundo cada vez más globalizado, competitivo e interconectado, nuestra capacidad para interactuar efectivamente con otros países, organizaciones y personas depende en gran medida de que tengamos las competencias interculturales y de liderazgo inclusivo necesarias para hacer conexiones fructíferas.
Un liderazgo capaz de incluir tanto la diversidad visible (cultural, de género, generacional, etc.) como la invisible (estilos cognitivos, afectivos, conductuales, etc.) ha demostrado ser vital tanto para facilitar los negocios internacionales como para desarrollar relaciones a largo plazo con clientes y proveedores.
Si tenemos tan claro que la inclusión de la diversidad es fundamental para la satisfacción, la productividad y la innovación (además de correcto y justo), ¿qué nos frena? ¿Qué dificulta ir del dicho al hecho?
En mi opinión, nos frena que nadie se levanta por la mañana queriendo sentirse amenazado/a. Y eso es parte de lo que se activa cuando interactuamos con personas que consideramos diferentes a nosotros/as: una programación muy antigua nos lleva inconscientemente a rechazar toda persona que no sea parte de lo que consideramos nuestro grupo.
En épocas de las cavernas, esto tenía mucho sentido y nos permitió sobrevivir, porque alguien de fuera de nuestra tribu probablemente implicaba peligro a nuestros bienes o nuestra vida. Hoy en día, miles de años después, aunque ya no tiene tanto sentido, ese mecanismo inconsciente sigue activándose.
Ahí está la importancia de entrenarnos en un funcionamiento más consciente que nos permita sustituirlo por otros mecanismos que hoy en día son más adaptativos. El mismo abrigo que nos rescató en invierno, nos deja casi sin poder respirar si nos aferramos a él en verano. Los mismos mecanismos que nos rescataron en una época, ahora dejan sin oxígeno a nuestras vidas y organizaciones.
¿Tiene esto relevancia en medio de una pandemia? Sí, porque justamente cuando nuestro nivel de estrés se eleva, se incrementan los niveles de cortisol, hormona del estrés que hace que nuestro funcionamiento cerebral sea aún más primitivo. Resultado: más funcionamos con sesgos inconscientes, utilizando prejuicios y estereotipos, y menos con elecciones conscientes.
En medio de una pandemia, además, es cuando más necesitamos creatividad e innovación. Y ya sabemos que los equipos donde prima una buena gestión de las diferencias han mostrado ser sobradamente más fuertes en este sentido.
También nos frena que nos sentimos un poco torpes cuando interactuamos con personas distintas a nuestro círculo habitual. De pronto, no sabemos de qué temas podemos hablar o si está bien lo que estamos haciendo. Estamos claramente fuera de nuestra zona de confort.
Sin embargo, solo en la incomodidad crecemos e innovamos. Así que vale la pena aprender a sentir comodidad dentro de la incomodidad, desarrollando además competencias que nos permitan expandir nuestra zona de confort e incluir a otro/as en el proceso. Cambiaremos aquella Regla de Oro, «trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti», por una que aplique mejor en contextos de diversidad: «trata a los demás como les gustaría ser tratados».
Si te preguntas cómo hacerlo, te invito a que nos contactes para ofrecerte soluciones que permitan entrenar a tus empleados en hacer consciente sus mecanismos automáticos y desarrollar un estilo de liderazgo más inclusivo.
Del dicho al hecho hay… formación.
Claudia Issa
D&I and Intercultural Trainer