Si el cierre de un año es un momento de retrospectiva, un momento meta (así lo llamé en mi artículo anterior 🙂 ), el inicio del año es la oportunidad para muchos equipos de alinear y enfocar: clarificar y actualizar las ambiciones de negocio, pensar en las acciones que nos llevarán a conseguirlas y, si es posible, incorporar en nuestros planes los aprendizajes recientes.
Nunca he sido muy fan de los objetivos ni de aquellos roadmaps súper detallados. Hoy en día, sabemos que anticiparlo todo es más que imposible, así que es preferible poner la energía en otros ejercicios que nos aporten más valor. En este inicio de año, esta idea resuena en mí más fuerte que nunca.
En estos días, también el equipo de Ready for People estamos dibujando con ilusión 🙂 cómo queremos que sea 2021 para nosotros: lo que queremos y lo que podríamos hacer para conseguirlo.
Pensando en todo esto, de pronto tuve un flash y visualicé este mismo momento en enero del año pasado. Me vi a mi misma enfrascada haciendo planes y predicciones… ¡Planes que en marzo se demostraron completamente inservibles e inútiles!
El 2020 nos ha brindado, una vez más, una potente lección. Adaptarnos rápidamente ha sido la única clave en este año turbulento. Lo único que realmente sabemos hoy es que en 2021 la incertidumbre seguirá con nosotros. Y en dosis muy altas. No solo vivimos en un entorno impredecible, sino que además es muy complejo.
Muchas de las ideas que predicamos hace ya tiempo entre colegas (quiero destacar especialmente las inspiradoras charlas con @florencehunot), tienen ahora más sentido que nunca. La capacidad de adaptarnos va a ser, una vez más, la clave en 2021.
Objetivos, budgets, roadmaps ultra detallados… ¿Merece la pena poner nuestro tiempo y energía en esto? Incluso, ¿podemos permitirnos hacerlo? Yo creo que no.
Os cuento algunas cosas en las que en Ready for People sí que hemos decidido invertir tiempo y de las que estamos convencidos que nos ayudarán.
Para que todo esto realmente funcione, el nivel de desarrollo de la organización y de los equipos es básico. Disponer de una base de confianza sólida, de una comunicación efectiva y de una cultura abierta al feedback de desarrollo es el engranaje que va hacer que el motor se mueva sin chirriar.
En la actualidad, cuando los encuentros presenciales son tan limitados, lo anterior se hace más crítico e importante. Evidentemente, todo esto no se hace en un día y es fruto de un trabajo continuado, hay que ir alimentándolo, practicándolo, cada día en cualquier nivel de la organización.
Me gusta decir que el desarrollo nunca acaba y más aún en el mundo cambiante en el que vivimos. Estar abierto a dar y recibir feedback, y tener conversaciones que aporten valor y construyan, es una habilidad que conviene reforzar continuamente en la organización.
De la calidad de estas conversaciones depende que aprendamos y nos desarrollemos como personas y profesionales. Nos ayudan a forjar esta base de confianza que es la que nos permite innovar, crear y probar ideas nuevas sin miedo al fracaso.
A modo de conclusión, me encanta esta frase de Nelson Mandela: «I never lose. I either win or learn».
Silvia Fradera
Fundadora de Ready for People